13 septiembre, 2006

Aterrizaje forzoso

Ayer llovió. El termómetro, con las primeras luces del alba, marca catorce grados, y el día está neblinoso, húmedo, hermoso. Llega el otoño. El gallo canta en las calles vetustas del pueblo mientras el mate de coca humea junto a la pantalla de la computadora. La ventana está abierta para permitir la ventilación, sólo unos minutos, edificio hermético de país templado, cristal doble, muros de piedra gruesa. Aquí las casas no son cuatro tablas y unos trozos de tela de mosquitera. Aquí todo es infinítamente más complicado. Pronto habrá que encender la estufa, quemar la leña que nos dan los árboles, los diminutos y ásperos árboles meseteños, para soportar el frío intenso del invierno.

El horario de sueño se empieza a normalizar y he tardado cuatro días en ser plenamente consciente de dónde estoy. Las impresiones del viaje persisten en mi memoria, pero la resignación ha ganado la batalla al final. Tiene que ser así. En unos minutos partiré en el tren de cada día hacia el trabajo. Rostros pálidos en los andenes. Labios de línea fina, sin volumen. Ojos de pez. Cabelleras de mil colores. Voces en alto mientras el traqueteo suave, llamativamente moderno, nos transporta. Un "no te jode" con jota áspera. Anoche hablé con el otro lado del mundo. Una llamada que no pude hacer en su momento. La voz melodiosa, acariciante, el acento permanentemente amable me devolvió por un instante a ese lugar que guardo ahora en mi corazón. Gracias por seguir allí, ha sido un alivio.

La vida sigue. La pelea, ¿qué pelea?, ¿pelear por qué, para qué? Unas clases, enseñar al que no sabe, al que a veces ni quiere saber. Juventud ensimismada en el botellón del jueves, del viernes, del sábado, que es lo más intenso que la vida parece ofrecer, no tienen ellos la culpa. Vidas encorsetadas en una hipoteca, en un coche nuevo. Existencias dirigidas por el mando, por el control que cree dirigir, como en un extraño partido de ping-pong en el que lo que parece ir en realidad viene. En los medios siguen las mismas discusiones intrascendentes de siempre presentadas como si fuera en ellas la vida del universo, Goebbels estaría orgulloso, todos entrando al trapo. Un ayuntamiento, una lucha por tus ideas, ideas que no son compartidas, egoísmo en el que lo único importante es cómo ganar más dinero, lo demás, lo importante, no importa, dinero que cae sobre dinero, avaricia infinita. Nunca había sentido con esta fuerza, con esta precisión, la banalidad, la futilidad, el vacío.

Aquí todo está hecho y allí está todo por hacer. Siempre dije que la única postura ética ante la inmensa injusticia del mundo es desaparecer, volver a la tierra de donde procedemos, ya que la propia vida del primer mundo, que nombre más feo, con su opulencia, con su despilfarro, cada paso desde que te levantas por la mañana, aún sin quererlo, es una carga para el oprimido, y cuando he argumentado esa idea, teórica, siempre teórica, el colofón es que la alternativa es dar el salto, cambiar, abandonar el vacío, para que al menos el balance final de tu vida no arroje números rojos, que sume algo, que no sea sólo una carga más. No se sabe, ahora veo el cómo, incluso puede que haya visto el dónde, incluso tengo el ofrecimiento firme, el apoyo que podría facilitar el llevar a cabo la coherencia, gracias, mil gracias, lo tengo anotado cuidadosamente en la libreta del corazón. Hoy, más que nunca, veo que la teoría, esa teoría que tanto nos gusta a los pobrecitos habladores desde nuestra poltrona grandilocuente, puede convertirse tal vez en práctica. Hoy, el temor, la dificultad, que siempre existen, parecen menos, la posibilidad no parece inalcanzable.

Cierro este diario. Es una decisión que ya estaba tomada desde el mismo instante en que empecé a escribir. Fueron notas íntimas dirigidas a personas íntimas. Estoy profundamente agradecido a todos los que me siguieron durante el viaje, desde aquí, desde la vieja Europa. Sois la gente que quiero desde hace años, y fuisteis la compañía necesaria, imprescindible, esa es la terrible paradoja, las raíces están aquí, dónde si no, siento como si me fuera a partir en dos mitades. Cierro este diario. En todo el viaje, no he revelado su existencia a los protagonistas de los que hablaba, ellos eran actores, parte de la narración, pero no partícipes, no era para ellos para quienes escribía, escribía para el otro lado del mundo. Ahora esa función desaparece, y las notas íntimas no deberían volar por el ciberespacio como si tal cosa, no era ese su destino. Sólo cinco personas del otro lado del océano conocen estas notas. Sólo cinco protagonistas, actores y partícipes. ¿Qué debo hacer ahora, escribir para ellas? ¿Empezar otro cuaderno? ¿Dar el relevo? El problema sólo es uno: qué contar, de qué demonios hablar en un lugar del universo donde nunca, nunca, pasa nada... ¿Tal vez del gallo que canta y de los amaneceres húmedos? ¿Quizá sea eso lo único que importa?

Cierro el diario, unos días más y lo cancelaré para siempre, y ha sido una experiencia inolvidable, el diario en sí quiero decir, lo demás ya lo he contado. Gracias a todos por acompañarme. Habéis estado en mi imaginación en cada palabra que he escrito.

3 comentarios:

nacho dijo...

Que pena que se haya acabado el diario.¿Qué aliciente en el momento de encender el ordenata?
De la misma manera , que pena que se acabe el diario porque significa que se acabó el viaje, ¿no? Su razón de ser.
Julio ha sido una experiencia estupenda tu diario.Creo como ya te dije en alguna ocasión y bien dice Yymmy que deberías editarlo.
Respecto a la última entrada, sí el shock es fuerte, pero el tiempo amigo lo cura todo.Esto está montado así.En cualquier caso hay muchas cosaas en las que pensar y de las que disfrutar aquí.¿en los amigos?, ¿en el próximo viaje? ...
Resumiendo Julio, que gozada de blog y disfrutarlo ha sido un placer.
Espero otro con impaciencia.

Anónimo dijo...

Pues nada...así es...de todas formas, creo que puedes estar contento y orgulloso de ambas experiencias: el blog y el viaje. Desde este lado del mundo (por suerte o desgracia, el nuestro)decirte sólo: enhorabuena y gracias por todo. Un beso.

Raquel

Anónimo dijo...

Supongo que así tiene que ser, sí, aunque lo echaremos mucho de menos. Es un diario de viaje verdaderamente redondo. Ha sido un auténtico placer viajar contigo; así lo veo, has sabido llevarnos contigo por el Perú. Hemos visto, hemos olido, hemos oído, hemos sentido gracias a cómo nos lo has contado. Muchísimas gracias, ha sido una delicia.
Ahora te queda la parte de cantarnos y bailarnos en directo, que no se me olvida, ¿eh?
Un beso muy gordo y hasta pronto
Beatriz