01 septiembre, 2006

Lo que no he contado

Es en Puerto Maldonado donde más tiempo he permanecido en este viaje. Y lo que cuento en el blog es sólo una parte de la realidad cotidiana, más larga que unos simples apuntes. No he contado, por ejemplo, el sabor de una pizza, en mi primera noche en Puerto, mientras me llegaba la rara consciencia de que esa masa inventada en Italia acababa de ser tostada con madera de la selva amazónica. No he contando de un botellón tropical en la plaza de armas de la ciudad, con odontólogos gaditanos con muchas ganas de juerga y los petas a flor de piel, a duras penas contenidos por el amigo Marco (peruano), por Alberto y por mí mismo; la policía a menos de trescientos metros, en su camioneta, sin quitarnos ojo (acá el uso de cualquier tipo de droga supone cárcel, para el que la usa y para los que le acompañan.) No he contado nada de Nadir, italiano y vividor que llegó hace décadas a Puerto al aroma de la fiebre del oro ("se gana más dinero del que tú puedas llegar a tener", me dice mientras le invito a otra cerveza; él a veces no lleva encima mucho más que un chavo); Nadir dice que el futuro del mundo está acá, que el "tercer mundo" será pronto el primero y viceversa, como ocurre en la alegoría de "La Fundación" de Isaac Asimov. No he contado de una cena en el mejor restaurante de la ciudad (La Vaka Loka) con la mejor compañía posible. Ni de un ceviche en "El Tigre" (un tigre es el jugo que deja el pescado una vez macerado; se sirve en vaso de chupito), de nuevo bien acompañado, esta ciudad es rica en compañía sincera. Ni de Eduardo, peruano casado con una austriaca, que tras varios vinos y bastante conversación, me ofrece su casa en Lima y, acto seguido, su casa en Austria... por si en algún momento cayera por allá. Ni de una noche de baile que se continúa con Nino Bravo en un karaoke mientras media barra nos invitamos a "chelas" unos a otros. Ni he contado nada sobre los "Gustitos del cura", la mejor heladería del mundo, helados caseros de fruta tropical, lúcuma, castaña, maracuyá, mango, absolutamente irresistibles; "gustitos" es el centro de reunión social más importante dentro del "tejido invisible" del que hablaba hace unos días; el otro centro de reunión es el "Tsaica", subtitulado "espacio cultural", y que es un bareto con tanto encanto como el "Km. 0" del Cusco. No he contado sobre cómo mil duros (sí, mil duros) pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte de un ser querido, y de cómo me estremecí la primera vez que me abrazó mi amigo Marco llamándome "bróder" con toda su alma. No he contado de un atardecer en un palmeral con cientos de guacamayos aterrizando para comer el fruto jugoso de la palmera del aguaje, mientras los niños, felices, se bañan en las aguas del pantanal, sin importarse nada unos a otros, aves y niños, como si todos fueran parte de una misma realidad. Ni de uno, dos, tres baños en el río, en humanidad distendida, mientras el gracioso de turno comienza a hablar de la raya, de la anguila (eléctrica), de la boa, del caimán (las pirañas son un mito). No he contado de un hombre cubierto de harapos y enloquecido por la miseria que recoge la carne putrefacta de una vaca muerta, el olor se percibía a ditancia, para alimentarse de ella allí mismo. Ni tampoco de una comida, arrullado por la conversación amena e inteligente de una mujer de tez limeña, en un restaurante brasilero en el que lo que comes se pesa, el plato una vez lleno, da igual que sea carne, papa, yuca o guarnición, y se cobra según lo que pese. Ni de los anticuhos y la papa asada de la Tía Veneno, la vendedora ambulante que hace comida chatarra (comida basura, acá hay pocos MacDonalds...) en la esquina que queda a mitad de camino entre la casa de las chicas y mi hotel. Ni tampoco os he hablado, en fin, de una tormenta tropical que no llega a caer en plena noche y en pleno campo. Ni de un día de frío en el reino del calor. Ni de una partida de solitario compartida delante de una computadora portátil. A menudo nos ocurre, vanidad derrumbada de ser humano, que lo más simple es lo más significativo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahhh! Las pequeñas cosas de la vida...Es viernes y tarde...permíteme una vanalidad: como decía G.Marx: "Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna...".Bromas aparte, me sorprende que tengas tiempo para acumular tantas experiencias y, además, las plasmes casi a diario con tal vehemencia y cantidad de detalles...¿has pensado dedicar más tiempo a escribir?. Está genial, son reflexiones desde el corazón. Un beso.

Raquel

P.D.: Hola Nacho, son estupendas las fotos de Cádiz (claro, que Cádiz es estupendo, lo cuál facilita la tarea ¿o no?), pero yo no tengo Blog, así que no te lo puedo comentar "in situ", es un poco discriminatorio...Un beso.

Anónimo dijo...

Por cierto, "banalidad" no "vanalidad", que se me ha ido el dedo de tecla. Sorry.

Raquel

Julio dijo...

Raquel: banalidad, vanalidad, qué más da. Las dos valen. Bueno, lo de plasmar tiene truco. En primer lugar, hay más tiempo del que parece a lo largo de un día, y, también, hay días en los que hay poco que hacer, los cuáles aprovecho para escribir de un tirón varias cosas, incluidos borradores que después voy sacando cuando puedo. Y en segundo lugar, lo que escribo acá tiene un proceso previo en la cabeza, de manera que al llegar al ordenador ya está medianamente estructurado, con lo que se redacta más rápido. Lo de dedicarme a escribir "full time" nunca me lo he planteado: la vida es demasiado corta, amiga mía...

nacho dijo...

Lo que te cuento. que ma deas envidia, que me da envidia lo que vives, que me da envidai la gente con la que estás, que me muero de envidia por la cantidad de vivencias que te estás metiendo en las venas, que me da envidai eduard, raquel., etc.. que me matan las ganas de estar allí contigo y esa compañía y que me encanta que lo disfrutes y que si tienes timepo te tomes dos chelas a mi salud como yo lo hice en Cádiz a la tuya junto con mi prima , la de Cádiz que es asidua de tu blog.
Que me mata la envidia de esa selva que nunca pisaré por mis problemas de alergía, que te mueras de envidia porque Belén, Nines,Juanma y yo venimos de celebrar tu viaje con una cervecita del Ricar. En fin que damos muchísima envidia a la gente por tener un amigo como tú y que sepas que te echamos muchísimo de menos.
Cuídate mucho, AMIGO.
P.D. Raquel creo adivinar que eres de Cádiz, pero vamos en mi blog puedes dejar los post que quieras encantado de recibirlos.Un beso.

Julio dijo...

Nacho: al final sabía yo que tendría que usar el remedio de la ruda, jaja (mira "El idioma de la gente", 28 de julio). Aquí las vivencias son como en cualquier sitio; como decía Javier B el otro día, todo depende de la actitud y de las ganas que tenga uno de vivir. Ocurre que el viajar sólo da muchas ganas de vivir, jeje. Pero eso tú ya lo sabes. Me aplicaré también el remedio de la ruda a mí mismo, que el mono alamedil ya está llegando a la paranoia. Y de lo de presumir de mí, no presumas tanto, que uno sigue siendo de carne (todavía demasiada carne) y hueso, jaja...

Un abrazo fuerte. Ya nos vemos pronto. Te debo millones de cervezas...

PD: Lo que te dice Raquel sobre postear en tu blog puede que se deba a que tienes restringidos los comentarios a miemtros de blogger registrados. Tienes que entrar en "opciones" o en "cambiar valores" y en la pestaña "comentarios" cambiar en "persona que puede realizar los comentarios" por "cualquiera". [Servicios de teleasesoría EntornoPC. Pase por Plazuela de la Cárcel nº 1 para recoger su factura. Jajaja.]

Julio dijo...

Nacho, otra cosa: o mi olfato anda algo atrofiado, o creo que te equivocas con la identidad Raquel. En fin, que ella nos ilumine...

Julio dijo...

Más cosas: por la alergia en la selva no te preocupes, aquí la floración es muy esporádica, nunca se ponen de acuerdo todos los árboles a la vez para florecer (florear, dicen acá) como ocurre en los climas templados. Son las ventajas de vivir en una primavera permanente. Así que no se te ocurra no permitirte visitar una selva en alguna parte del mundo alguna vez en tu vida. Mejor en un país de habla hispana. No es sólo la selva en sí, también por el ambiente de las poblaciones de la selva, de la gente. Es otro mundo, créeme. Cuando quieras "te llevo", jaja.

Ah, y lo de tomarme cosas a vuestra salud está más que cumplido. Pero no me importa insistir, jaja. Esta tarde-noche mismo (madrugada allá), sábado-sabadete, en el Tsaica, en el Gustitos o en la disco me acordaré...

nacho dijo...

Cierto Julio que el viajar sólo da ganas de vivir y el viajar solo también.
El problema de la alergía es a las picaduras de los insectos, que me ponen a mil y en algunos casos a dos mil, más que por la flora.
Raquel no sé si está identificada, pero lee entre líneas lo que te escribe que yo creo que ahí tienes futuro
Ah y muchas gracias por la observación de los comentarios de mi blog.Los acabo de arreglar.
Lo dicho, cuídate mucho Julio.