La Alameda de los Descalzos y el Paseo del Agua. Es el barrio de "bajo el puente", como dicen por acá, más oficialmente el distrito de Rimac. Y es lo más rancio de Lima en el sentido más literal: casonas coloniales con las tradicionales balconadas de celosía de madera, pero caedízas, decrépitas, llenas de mugre. Ya digo, rancias. Es la Lima más aunténtica con la que me he encontrado, dejadme que os cuente. Al pisar la otra orilla del río hablador, del Rimac, la orilla opuesta al "damero de Pizarro", el cuadriculado de calles (jirones acá) que rodean la Plaza de Armas, hoy más magnífica que cuando llegué, la regularidad propia del momento de la fundación de una ciudad se desdibuja en calles irregulares, en esquinas con señoras vendiendo fruta, en laberinto de minibuses y humanidad, el pavimento del negro de Lima y el cielo del gris de Lima, la colonia y la república juntas e incluso revueltas, la vetusted y el caos como en ningún sitio de la ciudad se mezclan, la Lima más pura y dura, amigos míos. En una esquina una mujer joven que vende chucherías (¿como se dice esto, amigas?) en su carretilla (su puesto callejero) me dice "no vayas más allá, que te van a robar". Un segundo antes, casi a la vez que sus ojos se clavaran, casi con cariño, en los míos, ya había decidido darme la vuelta. Compro un plátano a la señora de al lado, son las cuatro y llevo todo el día deambulando apenas sin comer, regreso por donde había venido. De la Alameda al Puente, por la vereda, calles de barrio, que se estremece, que te estremeces. Pero cómo no había cruzado ese puente antes...
Mi limeña amiga de flor de canela me dice que Lima es la ciudad de los reyes porque es tres veces coronada, eso no lo sabíamos, pero yo prefiero la Lima mundana, la Lima sin reyes y, si me apuras, sin dioses, vamos, la Lima-Lima. Hoy he estado en otro sitio que quería ver desde que aterricé en esta orilla del Pacífico. El mercado central, Ayacucho con Ucayali. No es lo mismo que el del Cusco, más desorganizado luego mejor, pero tiene la enorme ventaja de que las cosas están etiquetadas en muchos de los puestos. Además de que es bastante más grande, claro. Naturalmente, me he perdido en lo estrechos callejones de fruta y verdura, lástima la cámra, no es cuestión de pasearla por acá en según qué sitios, y he estado intentado hacerme a mí mismo el examen, a ver si he aprendido algo o qué. Al menos me ha reconfortado el poder pedir casi todo lo que necesitaba por su nombre. Porque, naturalmente, me he acercado al mercado a por algún tuberculito y alguna otra cosilla que llevarme para allá, ya hablaremos de experimentos, Bea, que considero a mi disposición tus surcos y tus pedazos, entiéndeme, que no se me mosquée Luis, hablo de la Pachamama, de la madre tierra, de la agricultura en sentido literal en sí, con su siembra y su recolecta y todo eso. En fin, que tengo que haceros un par de platos que me han enseñado por aquí pero necesito material perdurable, no sé si me entiendo. Y no he hablado de comida peruana en todo el viaje, pero qué desconsiderado, me perdonas, Bea, ¿verdad?
Pero la guinda del día ha sido el mercado de las yerbas. Veréis, nunca imaginé que sería tan difícil conseguir hoja de coca en Lima, con toda la que he visto por la Siera y por todos los sitios, pero por no cargar y eso, además de que es frágil, pues que lo dejaba para conseguirla acá. Al final me indican un sitio, en pleno distrito de La Victoria, lo peorcito de la capital, Avenida Aviación, cerca del mecado de Gamarra, los taxistas que son una joya de información condensada. Otro taxista me lleva y, efectivamente, uno que ya está curtido sobrevive donde haga falta, pero el hipo se quita, vaya que sí, agravado encima porque la cosa está en obras, la calle levantada, el taxi no puede llegar hasta el mercado propiamente, las combis se amontonan, gente, uf, un guardia cerca, armado hasta los tobillos como siempre, le pregunto, voy allá. El mercado propiamente dicho es, como decirlo, una pa-sa-da. Nunca vi tanto remedio junto, desde el brebaje de las treinta y dos yerbas que, naturalmente, lo cura todo, ramilletes de plantas frescas amontonándose, unas conocidas, otras no, líquenes serranos que también lo curan todo, cortezas selváticas, raíces y puntas, semillas de huairuro para la buena suerte, se leen cartas, ungüento de serpiente, naturalemente ya he sobrepasado mi límite de retención de datos, extracto de maca en cómodas píldoras, para que el hombre sea hombre, por supuesto, perfumes que enamoran, o que desenamoran, o que atraen el dinero, o repelen los enemigos, o lo que sea. Alucinante. Compro tres sampedros (esto será encargo para Nacho A., experto en cactología), un poco de coca, sí, aquí si hay, "en el puesto de la esquina", al fin lo encuentro, al mayor y al menor, en hoja o en harina, póngame un poco de todo, me lo llevo puesto, ¿no me vende cien gramos de maca en polvo?, no, mínimo medio kilo, venga, buena mujer, que no quiero llevar peso, y ni siquiera es para mi, piensa uno, qué voy a decir, un cuarto por sol y medio, bueno, venga, me la llevo, tampoco es tanto. Cuando consigo un taxi ya llevo un buen bolsón de menudencias para llevar, espero que en la aduana no me confisquen, me refiero en persona. ¿Alquien sabe si se puede meter la hoja de coca tal cual en España? Porque si no, Nacho, quedamos en Carabanchel más que en aeropuerto...
El resto del día, deambulando por mercados de artesanía. Son abigarrados, el mejor para mí el de Santo Domingo, tras la Plaza de Armas. En Miraflores, a una cuadra del Óvalo, también hay mercados de artesanía, pero tienen lo mismo o menos, más caro, y hay que andar más. En Santo Domingo está todo en un edificio de varias plantas, todo junto. A mí esas artesanías como que no me van mucho, pero los compromisos y eso, ya se sabe...
En fin, que llega la noche, vuelvo al buen recaudo de Miraflores, antes paso por el Hostal Las Artes, en Bolognesi, que dejé unos libros, exceso de peso, allá por el mes de julio, descargo todo, cancelo la cuenta del hotel, hago las llamadas que quería hacer, despedirme de amigos, no localizo a todos, una pena, me reservaba una llamada para mañana, en el aeropuerto, pero me avisan de que quizá no pueda localizar, que anda en algún lugar remoto, llamo por si acaso, no lo coje, mala suerte, déjame que te cuente, mujer, mi pensamiento...
07 septiembre, 2006
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9 comentarios:
Duros y tristes momentos estos de la despedida Julio.Pero bueno,con el paso del tiempo y una vez superada la nostalgia se afianzan los recuerdos de un viaje en el que lo vivido ya permanecerá grabado de manera imborrable en la piel del viajero.
(vaya despertar de siesta acabo de tener,por los clavos de Cristo...)
Julio, mola la velada referencia a Maria Dolores Pradera y su archiconocida canción como hilo conductor del paseo por Lima, también está esa otra de: "a la lima y al limón..." (que es de alguna folklórica...),pero que no tiene mucho que ver...creo, aunque bien pensado...en fin, reitero lo del buen viaje (aquí hoy hace un calor de narices). Un beso.
Raquel
P.D.Jo, Nacho, se te está pegando el estilo narrativo-metapoético...Otro beso.
Hola Julio nos llegó la pagina y la invitacion para escribirte y aqui estamos, pronto entrara el resto de las cuatro mas una... que valiente tú para ir por esas calles por donde ni yo misma ando y si lo hago es en compañia de los expertos jejejeje...espero que tus amigos te reciban con todo el cariño que te mereces y por supuesto para que escuchen todo lo que tienes que contar de nuestra tierra !!!
Besos
Zully
Eso son despertares, sí señor, Nacho. Bueno, a ti ya te he visto esta mañana. Como ando con el horario cambiado no pienso dormir hasta que llegue la noche. Eso significa vermú largo en la Alameda (la de Sigüenza, no la de los Descalzos, ah, Lima, la de los reyes, qué lejos estás ya...)
Raquel: me vienen ronroneando diferentes tonadas desde que llegué a esas tierras. Me temo que, ya en Guijosa, con su castillo, tendré que cambiar por jotas castellanas, qué austeridad amiga mía.
Zully, qué alegría leerte. Escribo ahora desde Guijosa, mi pueblito, ya ves que pronto se aleja uno al otro lado del mundo, estas lineas son lo primero que escribo desde acá y te aseguro que la sensación es muy extraña, en la propia casa, a tantos kilómetros, oyendo un poco de jazz, todavía no he sacado un par de discos de música de allá que llevo en la mochila, ni siquiera he desecho el equipaje. Después de tantos locales de internet en tantos pueblos y ciudades de vuestra increíble tierra la sensación es como de comienzo, casi de empezar de nuevo. Ha sido un mes y medio que sin duda me ha marcado, especialmente los últimos quince días. Naturalmente no tenéis que preocuparos por lo que cuente de vuestra tierra: no puedo sino decir cosas buenas... Y de la gente que dejo allá, más todavía, ya lo sabes. Un beso.
Zully, por cierto, que me dices que no entras por Rimac, entonces, si no eres tú quien va del Puente a la Alameda, pues como que me estás buscando otra limeña inmediatamente o me has malogrado la canción, jaja...
No, no por el Rimac si entro aunque tambien con mucho cuidado hay tengo unos tios justo por donde esta la Alameda... a lo que me refería era a la Avenida Aviacion en plena Victoria...esa zona es muy peligrosa y mas para ti con el aspecto de extranjero robable jaja...
Ah, bueno, Zully, si entras al Rimac, pues nada malogrado, jaja. Sí, lo de la Avda Aviación es durito, pero si se tiene la prudencia necesaria y no se arriesga uno inncecesariamente, a pesar del aspecto de gringo que pueda tener uno, no hay nada que temer.
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