El runasimi ("runa" = gente, "simi" = idioma, boca) es la lengua de los Andes. Se trata del quechua o quichua, el cuarto idioma más hablado de todas las américas. Sulema es pastora en las estribaciones del nevado Pastoruri, de vacas, ovejas y caballos. "Nuka kani warmi" me dice, o sea que ella ("nuka" = yo) es mujer. Sulema, que tiene los ojos de color miel, más claros de lo habitual en la tipología andina, está encantada con el color de mis ojos. Se sorprende también del tono ya bastante canoso de mi pelo y añade que debe de ser por la raza. Por fin, casi me ruborizo cuando añade que mi sonrisa le encanta. Dice que los españoles somos más conversadores y simpáticos, que le gusta hablar conmigo. Y cuando me pide "mi gracia", averiguo que he de contestar con mi nombre, Julio. Sulema es una mujer curtida, de edad indeterminada, tal vez entre la cuarentena y la cincuentena. Y desde luego, es encantadora. En el bar de Catac, con el profesor Carlos, maestro de primaria del pueblo, y con Pedro, ingeniero, que me han venido a recoger hasta el lugar donde habitan las puyas, me enseñan alguna cosa más en runasimi. Los cactus que crecen en la puna, a 4300 metros, y que he fotografiado, se llaman "curicasha", y efectivamente son como ovillos redondos cubiertos de espinas ("curi" = cosa esférica; "casha" = espina). Los chozos de piedra con techo de paja de "ichu" (Stipa ichu) se llaman "ocsha", según me cuenta Pedro, esta vez el topógrafo, que ha subido por la mañana a llevarme al sitio de las puyas. El también habla quechua, aquí todo el mundo es bilingüe. "Iman sutiyki", me enseña preguntándome, o sea "¿cómo te llamas?" No hacen falta signos de interrogación ya que en las desinencias está el tono, aunque a menudo se ponen por redundar. De paso me hablan de alguna planta más, como la ruda, que llaman tal cual y que dicen silvestre, aunque yo sospecho que es introducida ya que tanto la planta como el nombre son europeos. En el bar la tienen en un jarrón, y me cuentan que es para atraer a los clientes, y que me fije que la veré en más sitios. Añaden que también sirve para curar el mal de envidia, cosa que anoto por si procediera alguna vez. El profesor Carlos, taxista en sus ratos libres, una persona culta, respetada y respetable, callada y sabia, añade alguna información sobre las diferencias entre las distintas variedades de quechua, incluso a un lado u otro de la Cordillera Blanca, no digamos a cientos o miles de kilómetros de distancia. Dice que los nativos de los Andes de Ancash, el departamento en el que ahora estamos, no se entienden con los de Ayacucho, al sur del país. Por poner un ejemplo.
Cuando uno lee sobre el quechua en los libros, llama la atención la abundancia de sonidos aparentemente duros, "ch", "k", pero cuando oyes hablar a dos campesinas entre sí, cosa habitual en los medios de transporte, el tono suena sorprendentemente suave y fluido, casi dulce. El quechua es lo que se llama una lengua aglutinante, algo así como el alemán, en la que a las raíces fundamentales se les va añadiendo modificadores hasta dar lugar a palabras largas aparentemente imposibles de memorizar. Sin embargo se trata de una lengua muy lógica, de gramática perfecta, en la que nada queda al azar. Los sonidos son también reconocibles y limpios, hasta el punto de que es posible escribir las palabras que oyes utilizando un alfabeto avanzado, como es el latino, sin necesidad de conocer el idioma, cosa que no ocurre ni por asomo con determinadas lenguas bárbaras que no vamos a nombrar. Hay que ver qué suerte tuvieron las culturas que fueron absorbidas por el imperio Inca y qué mala hemos tenido nosotros, absorbidos por el imperio de los anglosajones.
En quechua no hay géneros gramaticales, y "pay" vale para él y para ella. Sin embargo hay dos nosotros distintos, "nucanchis" y "nukayqu", "todos nosotros" y "nosotros, pero sin vosotros", es decir, un nosotros incluyente y otro excluyente. A mi me fascina pensar en la impronta en el modo de ver la vida que tienen que generar estas cosas aparentemente tan sencillas.
28 julio, 2006
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2 comentarios:
Se va un fin de semana más y puesto a pensar, me fijo en el título de este post que has escrito y efectivamente comparándo lo vivido con lo que tu cuentas en este blog dia tras dia, si:hablamos otro idioma.
Hablamos otro idioma y nos comportamos de otra manera y nos quedamos con otras cosas , totalmente superficiales en la mayoría de los casos.
Cuentas como la gente allí vive para " seguir viviendo" sin otra meta si es que esa meta es poca.
Cuentas como los niños intentan venderte lo que sea con tal de poder comer cualquier cosa y seguir con el estómago lleno dia tras dia.
Creo, no se si estoy cruzando la delgada línea de la demagogia, peero después de ller la vida de los niños allí, se me hace difícl escuchar aquí el manido por estas fechas en Sigüenza, dame para los caballitos, quiero una bloa, papá dame para el tiro, la mayoría de las veces entre lloros si es que no lo consiguen.
A cambio, un: vale , pero es la última y así conseguir que no molesten más con las rabietas mientras seguimos tomando otra cerveza tranquilamente sin soportar esa compañía en ese momento incómoda.
Es posible, sí que esté, como digo, cayendo en la demagogia, pero igual de cierto es que la realidad es esa y no otra.
¿La culpa? No lo sé. Ahí dejo la pregunta.
Julio, cuídate.
La culpa, amigo Nacho, empiezo a deducir que no es de nadie. Eso es el meollo del asunto, me temo...
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