Lima es, por lo menos, tres mundos en uno. Por un lado, el centro histórico, todo mugre y ruido, con las fachadas de las casas coloniales que dejamos los españoles salpicadas aquí y allá y las iglesias y todo eso. Eso sí, sólo en pie lo que sobrevive a los distintos terremotos que ha habido en la historia; todo lo demás son edificios más nuevos y sin encanto (algo así como la calle Desengaño de Madrid, pero con trazo algo más ancho). A mí, que la arquitectura colonial me parece pelín recargada (otros dirán que hortera), pues como que no me va mucho, aunque el ambiente de bajo fondo contenido está "bastante logrado", digamos... (hay policía por todos los sitios, con lo que uno se siente seguro... sin perder de vista el bolso, claro). El convento de San Francisco, colonial perdido, sin embargo sí que sorprende al entrar en su plaza, llenísima de palomas. Es un edificio imponente con una sillería "almohadillada" que llama la atención, dicen que de influjo mozárabe.
El segundo mundo son los barrios limítrofes con el océano, con la excepción de la zona portuoria (el Callao). Se trata de la pijería, digámoslo así. Es la zona más segura de Lima, todo con cámaras de vigilancia en casi todas las calles, con control las 24 h (y grandes carteles azules prendidos de las farolas que te indican que sigues en zona segura). Pero no os creáis que es como el barrio de Salamanca (ni muchísimo menos). Más bien se parece a las partes residenciales "normales" de la periferia de Madrid, por aquello de que no hay casas antiguas, con la excepción del paseo al lado del Pacífico, ajardinado y muy agradable, casi Marbella, vamos. En Miraflores, uno de los barrios pijos, hay una calle que llaman la "calle de las Pizzas" que concentra parte del ambiente nocturno de Lima. Hoy he comido allí y, por cierto, he conocido a una holandesa errante y solitaria... Toca esta noche (la calle de las Pizzas, no la holandesa, mal pensados...)
Por último, estaría el resto (tal vez con la excepción de los extrarradios más externos, casi chabolistas). El resto es una gran maraña de cables, baches, tráfico caótico, casas bajas de fachadas sucias, aceras a medias, en fin, no sigo, os podéis imaginar. Lo he recorrido en taxi varias veces para ir de un sitio a otro y andando en zonas intermedias con los dos mundos anteriores. De hecho, el hotel en el que estoy ahora (me fui de Miraflores, en lo pijo, por que no me aportaba nada) está a caballo entre el centro y esta zona "todo lo demás", en la llamada plaza Bolognesi, que no está dedicada a los espageti, sino a un coronel o algo así de la guerra con Chile. Uno se hace al ambiente sórdido, no os creáis. Y la gente es gente en todos los sitios: de eso no me cabe la más mínima duda.
23 julio, 2006
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