06 agosto, 2006

Atrapado por la selva en Chanchamayo

Mayo significa río en quéchua, y chancha es el verbo para correr o fluir el agua. El río que corre, por tanto. El valle de Chanchamayo, en plena selva central peruana, no tiene nada que ver con la sierra. Los Andes centrales son la escasez, la austeridad, la rudeza del clima. Pero esto es otra cosa.

El valle de Chanchamayo es una comunidad agrícola rica, de las más productivas del país. Atrás quedan los cultivos andinos, la maca, la quinua, el maíz choclo, las mil variedades de papas. Atrás queda la agricultura de lo seco o polvoriento. Chanchamayo es el paraíso del cultivo tropical. Además de la palta, el caimito, la piña, la carambola, el maracuyá, la lúcuma, la papaya, la guanábana, y mil y un frutas más, aquí se dan sobre todo cítricos, la mayor y mejor producción del país (tangelina, tangelo, naranja, limón, limón dulce, otro día os explico qué es cada cosa), además de mucho plátano y, sobre todo, café. La selva central es la principal región productora de esta amarga y apreciada droga y, según ellos, en Chanchamayo crece la mejor del mundo. También lo dicen determinados concursos internacionales recientemente ganados.


Cafetal en el fundo (finca) de Francisco Brack

El clima es cálido pero no agobiante (no es selva baja, sino ceja de selva, 700 m de altitud en Chanchamayo capital), pero lo suficientemente benigno como para que la selva lo rodee todo en cuanto te alejas unos cientos de metros del fondo del valle.

El valle es profundo, estribaciones de los Andes que caen a pico a la llanura amazónica, y los paseos alrededor de la ciudad se prometen interesantes al primer vistazo por la abundancia de quebradas y barrancos que la rodean, tapizados de frondosidad... si no fuera porque andar por monte bravo aquí es literalmente imposible por la maraña tremenda de vegetación, lianas, palos caídos, arbustos, hierbas, etc, siendo el bosque sólo accesible a través de caminos y trochas ya abiertas.

Es en Chanchamayo y sus alrededores, y quedará en mi memoria para siempre este lugar como tal, donde he sentido por primera vez con verdadera intensidad la auténtica llamada de la selva. Yo pensaba que vista una selva tropical, vistas todas, y vine a este país con más ganas de Andes que de otra cosa. Pero la sierra me ha resultado demasiado austera; incluso a mí que, como Machado, me declaro amante profundo de los páramos castellanos de encina torturada por el hacha y la helada. Claro que he visitado Los Andes en su versión más seca, justamente la que corresponde a la latitud de los desiertos tropicales. Supongo que más al norte o más al sur (Elena nos puede contar) serán de otra manera.


Oconal de Villarica (oconal = pantano)

No sé como explicar esta atracción irresistible que ahora siento hacia este medio que hasta hace poco consideraba poco interesante como, digamos, ¨lugar¨ (no hablo del punto de vista biológico, obviamente). Será el paisaje, o intocado (la pendiente de las laderas impide el uso en muchas partes), o donde tocado sin que se perciba solución de continuidad con lo virgen o casi virgen por la explosión de verdes, por la rápida cicatrización de cada cultivo que se abandona, por la manera de trabajar aquí la tierra, siempre sólo parcialmente ganada a la naturaleza. Los cafetales, un cultivo que se hace a la sombra de grandes árboles como el pacay, son como bosques semiaclarados con un sotobosque arbustivo denso, que es el cafeto; y los cultivos de cítricos sólo se diferencian del resto del monte por cierta regularidad apenas perceptible. Será la abundancia de masas forestales de colorido variopinto, o la temperatura que invita a la alegría, o el ambiente genuínamente rural, a uno le tira lo suyo, o el tremendo calor humano, o la belleza interior y física de estas gentes. Los niños, y no me cabe duda de que en el Perú están los niños más bonitos del mundo (también en la sierra), son aquí todavía más lindos. Y van limpios y alegres por la calle, sintomas de que la gente no lo pasa tan mal. En general, casi todo el mundo es simpático y amable, y en cualquier sitio inicias una conversación si tú quieres. Parece como si el tener las necesidades cubiertas, aunque sean las básicas y poco más, transformase a las gentes. Aún se ven niños intentando venderte un collar o una baratija, como en otros sitios, os recuerdo que en vacaciones escolares lo suelen hacer, pero se percibe de otra manera, parecen hacerlo sin atisbo tristeza, la apariencia es como si estuvieran jugando. Me he hecho amigo de un grupito de tres o cuatro críos a los que el otro día invité a un par de copas de dulce de leche, las cuáles aceptaron entre alborozo, no como una necesidad como he visto antes; el grupito ahora me trata casi como un hermano mayor, y yo encantado, por supuesto (os recuerdo que Chanchamayo es como un pueblo grande, como un Siguenza, y volverse a encontrar con la gente es fácil). Pero es que la lindeza de estos chavales sale de algún sitio, vaya que sí. Y es que yo nunca vi lugar donde, allá hacia donde fijes la vista en la calle, una mujer bella está presente. Algunas hasta el dolor de la retina, os lo juro. De los chicos no opino, que lo hagan otras, pero algo me dice que el patrón es simétrico.

En fin. Como que me está dando pereza salir de la selva central hacia el Cusco. Haré un esfuerzo, venga... Eso sí, Machu Pichu entre semana y a toda marcha, un par de excursiones alrededor de la Capital Imperial... y de cabeza al Manu, en plena selva baja ¡para sacudirse con urgencia la austeridad!

Yo venía a Perú buscando dos cosas, ya lo sabéis. Por un lado el enfrentamiento a la dureza real que todos sabemos que existe en el mundo y que sólo vemos en la televisión; eso lo he vivido en Lima y en la sierra, vaya que si lo he vivido. Por cierto (y abro un paréntesis), me atrevo a recomendar a todo el que tenga niños que, como parte de su educación, y no importa si son pequeños, será el mejor favor que les habréis hecho en su vida, les traigan al Perú o a un país semejante. A que monten en una combi apelotonados con otros niños de su edad, de otro tono de piel, mucho más sucios; a que vean a otros niños vendiendo caramelos mientras ellos disfrutan de un jugo en una juguería; a que observen, a que comparen, a que hagan preguntas incómodas; a que comprendan (cierro el paréntesis). Pero por otro lado, y también lo sabéis, vengo deambulando en busca de algo indefinible, sin necesidad de encontrar luego disfrutando de la libertad absoluta, sin objetivo claro, quizá un lugar, quizá un ambiente, tal vez un perdedero, puede que un estilo de vida. En este trópico húmedo, con cuatro tablas tienes cuatro paredes, es decir, una casa, por tres perras te haces con una chacra, es decir una finca, de platanera, de piña, de lo que quieras, y con eso y nada más, a vivir al día, es decir con autenticidad. Mi mente circunvala estas ideas absurdas mientras no hace más que dar vueltas y la razón a aquellos versos famosos de Nino Bravo, "donde el fuego se hace amor, el río es hablador, y el monte es selva"... No sé si se trata de eso, no sé si se trata ya de eso, pero por ahora tengo clara una cosa. El próximo viaje a Sudamérica ya no será a Chile ni a la Patagonia, brrr, sitios fríos. El próximo viaje será, sin duda, a un clima tropical húmedo. Venezuela, Brasil, Costa Rica, Panamá,... O tal vez de nuevo al Perú. Porque, ahora sí amigos míos, os aseguro que he quedado atrapado...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro borbotón... Y yo sigo cogiendo calabacines. Tus relatos me emocionan hasta la lágrima muchas veces. Propongo que te declaremos corresponsal de los amiguetes de Sigüenza y entidades locales menores y te mandemos por el mundo a ver cosas y a contárnoslas, con esa pluma tuya como dice Nines y esas reflexiones tan tiernas y tan acertadas que haces. No puedo estar más de acuerdo contigo en lo de viajar con los niños, y nada de Port Aventura ni Disney World, por muchos paquetes y promociones que hagan, sino a ver el mundo real, el mundo en el que vive la mayor parte de la humanidad, para contrastar con esta burbuja absurda en la que vivimos y a la que dedicamos gran esfuerzo a que se adapten. La mayoría de los habitantes del planeta no tienen carro (tu castellano-manchego se va contaminando poco a poco, es muy gracioso), ni agua corriente en casa, ni tantas otras cosas que nuestros peques dan por hechas... y se puede ser feliz así aunque a ellos les cueste creerlo (y a nosotros...).
Bueno, no estoy muy inspirada para filosofías, llega la hora de poner a punto la comida y es un momento de la rutina doméstica que se me antoja poco compatible con el ensueño y la reflexión profunda. Pero te sigo en tu viaje con mucho gusto.
Beso gordo y hasta pronto
Beatriz

Anónimo dijo...

Otro borbotón... Y yo sigo cogiendo calabacines. Tus relatos me emocionan hasta la lágrima muchas veces. Propongo que te declaremos corresponsal de los amiguetes de Sigüenza y entidades locales menores y te mandemos por el mundo a ver cosas y a contárnoslas, con esa pluma tuya como dice Nines y esas reflexiones tan tiernas y tan acertadas que haces. No puedo estar más de acuerdo contigo en lo de viajar con los niños, y nada de Port Aventura ni Disney World, por muchos paquetes y promociones que hagan, sino a ver el mundo real, el mundo en el que vive la mayor parte de la humanidad, para contrastar con esta burbuja absurda en la que vivimos y a la que dedicamos gran esfuerzo a que se adapten. La mayoría de los habitantes del planeta no tienen carro (tu castellano-manchego se va contaminando poco a poco, es muy gracioso), ni agua corriente en casa, ni tantas otras cosas que nuestros peques dan por hechas... y se puede ser feliz así aunque a ellos les cueste creerlo (y a nosotros...).
Bueno, no estoy muy inspirada para filosofías, llega la hora de poner a punto la comida y es un momento de la rutina doméstica que se me antoja poco compatible con el ensueño y la reflexión profunda. Pero te sigo en tu viaje con mucho gusto.
Beso gordo y hasta pronto
Beatriz

Julio dijo...

Beatriz: Acepto gustosísimo lo de la corresponsalía (ya te imaginabas). En plan oferta, me conformo: me pagáis el vuelo, y yo me encargo de lo demás, jaja.

A lo de los niños le llevo dando vueltas muchos días. Estoy convencido de que sería toda una experiencia para ellos. Si una buena parte de los papás ricos del viejo mundo lo hicieran, la siguiente generación tendría un chip distinto, cosa bastante improbable porque tenedemos a hiperproteger a nuestros retoños entre algodones y creemos que los países, digamos, pobres, son un nido de peligros insondables, etc, etc. Nada más lejos de la realidad. El mundo es mundo y poco más (y nada menos) en todos y cada uno de sus rincones.

Lo de las palabras de acá (jeje) que voy usando es consciente. No sé si se me ha pegado algo, pero al menos al escribir lo hago como recurso, usando sólo algunas expresiones que son inteligibles en el castellano de ambas orillas del mar. Hay mucho más en el lenguaje hablado, tal vez un día escriba una entrada con ello (tengo un montón de anotaciones en la libreta). Lo cierto es que en la calle, según y donde, estoy procurando usar sus expresiones y acento para no dar tanto el cante. Al final se me pegará...

Bueno Bea, a seguir disfrutando del veranito seguntino-ureño, que no es moco de pavo. Y me alegra mucho de que me sigas. Beso gordo.

Anónimo dijo...

Sí, me encantaría que un día nos hablaras "en peruano", nos enseñaras las palabras nuevas que te has ido encontrando... (espero que aún nadie te haya llamado cojudo). En mi trabajo, como traducimos para todos los hispanoparlantes, y los no europeos son mayoría, tenemos que traducir "bean" por "poroto" y cosas así.
Háblanos de la comida, tengo mucha curiosidad.
Hace ya varios días que no escribes nada nuevo (o se me está haciendo larguísimo?)¿Has ligado con una de esas innumerables bellezas? ¿Te han comido los tapires?
Beso
Beatriz

Julio dijo...

Bea: ando liado porque entre venir a Lima (un dia entero de viaje) y preparar pasajes y demás no tengo mucho tiempo. Pero esta tarde escribiré algo. Tengo varias cosas atasadas que pondré con fecha pasada. Besos.