16 agosto, 2006

De vuelta al Cusco

Tras un par de noches en Aguas Calientes, vuelvo al Cusco por el mismo procedimiento que la ida (tren hasta Ollantaytambo y carro hasta el Cusco). Hoy es una de esas noches en que uno se pone melancólico, de alguna manera saboreando la soledad, pero de otra sintiéndola como una losa algo pesada. Las calles estrechas de la ciudad, no demasiado iluminadas por los faroles amarillentos, invitan al paseo sosegado, especialmente en los barrios laterales, más laberíticos, más ignotos para el turismo. Por todas partes, sobrepuestos a la arquitectura colonial, se ven restos del pasado inca de la capital del imperio. Basamentos de antiguos templos sobre los que hoy vemos casonas e iglesias. Esquinazos de muros, portadas trapezoidales, pequeños grupos de piedras almohadilladas sueltas por acá y por allá, aferrados a los muros reconstruidos durante la colonia. Por estos y por otros muchos detalles no cabe duda de que la ciudad encandila, como ya dije.

Mañana tengo que preparar el siguiente paso del viaje, con toda probabilidad la llanura amazónica en Manu (por carretera) o en Puerto Maldonado (por avión). Pero todavía tengo que ver un par de cosas en Cusco, en especial el Coricancha, el templo principal del periodo inca (bueno, lo que queda de él tras que los españoles le cascásemos la iglesia de Santo Domingo encima).

La plaza está iluminada, como todas las noches, con la catedral y la magnífica portada de la Compañia de Jesús (para el que le guste el barroco) presidiéndola, luego presidiendo la ciudad entera. Desde la terraza que se abre delante de la habitación del hotel se disfruta de una vista excelente sobre todo el conjunto. El hotel está en la Plazuela de San Blas, en el barrio del mismo nombre, para mi gusto la zona con más encanto de todo el Cusco. Callejuelas empinadas, casas blancas, escalinatas y recovecos, locales con encanto y, por encima de todo, esa sensación bohemia de todos los lugares universales como éste. Antes de partir a Machu Pichu, estuve tomando una copa en un local de San Blas llamado "Kilómetro Cero", obviamente regentado por españoles. Había Jam-Session, y confieso que si topo con un instrumento, aunque hubiera sido una pandereta, salgo a acompañar a los dos músicos que nos amenizaban (guitarra acústica y simples bongos, más las dos voces). El ambiente era muy agradable y, tengo que decirlo, estaba en buena compañía (naturalmente, hay un par de cosas que no contaré por aquí...); tan buena era que nos fuimos del local un poco "a cuatro patas", como decimos por allá. Creedme que cuatro piscos sour "como se toman acá" es suficiente incluso para quien tiene cierto aguante con el alcohol.

En fin, el caso es que hoy no tengo buena compañía, ni siquiera mala, y qué queréis que os diga, hoy, por lo que sea, se nota. Pero no es el fin del mundo, que no cunda el pánico. Son las nueve menos diez de la noche (diez para las nueve, como dicen acá), la ciudad bulle de vida y, qué demonios, la noche es todavía muy, muy joven. Allá vamos, amigos.


Barrio de San Blas

1 comentario:

Julio dijo...

Yymy: todavía no he visto la selva baja, la llanura amazónica. Para ello voy a intentar llegar al Parque Nacional del Manu o al de Tambopata (Puerto Maldonado). Después no sé. He preguntado si hay vuelos a La Paz desde Cusco, pero no hay; si llega a haber tal vez hubiera "saltado" a Bolivia para intentar ver al menos el Salar de Uyuni. Pero así, por carretera, el viaje es demasiado largo, aunque tiene el aliciente de que se pasa por el Titicaca y se atraviesa medio altiplano. La otra opción es volar al norte del Perú, a ver el bosque tropical estacional y los manglares de Tumbez. Decidiré dependiendo de lo que me cunda Manu-Tambopata.