Y no fue en el Boris de Sigüenza, pero casi: fue en el Kametsa de Chanchamayo. Pero empecemos por el principio.
Llegué ayer a La Merced o Chanchamayo, que de las dos formas se conoce, no muy pronto ya que no me apetecía madrugar mucho en Tarma, cansado de tanto viaje. En el camino, en la combi, la conversación animada, como tantas veces en los transportes públicos. En esta ocasión con un matrimonio maduro y un joven (no recuerdo los nombres). Ya se sabe, arreglando el país, que es en lo que derivan estas conversaciones casi siempre. Está claro que, para el extranjero, los dos mejores sitios para conocer gente son los transportes públicos y los diferentes servicios turísticos (agencias, hostelería). Una vez ubicado en un hotel, decido que la tarde la voy a emplear visitando el Jardín Botánico "El Perezoso", a media hora de La Merced.
El Jardín Botánico es una finca privada que se visita acompañado por un guía (Daniel en mi caso) que hace su trabajo a la perfección. Aquí os presento a Daniel:
En la entrada del botánico, suelen dar el boleto y atender una pequeña tienda dos chicas, primas entre sí ellas y cuya familia regenta un restaurante típico situado junto a la propia finca. Bueno, la historia ya os la imagináis. Cuando termino el recorrido del botánico, empiezo a charlar con Daniel y con las "guardesas", mientras van pasando "combis" rumbo a la ciudad, que dejamos pasar, hasta que, ya de noche y tras tomar un café en el restaurante y conocer a la mamá y la abuelita de las chicas, volvemos los tres, ellas y yo, a Chanchamayo. Y como los tres teniamos pensado hacer la misma cosa, pues la hicimos juntos. Aquí os presento a Marianela (derecha) y a Lesly (centro):
Y aquí... después del corte de pelo:
Al salir de la peluquería, nos encontramos con Sandro, joven amigo de ellas con irredenta vocación de soltería... y que se acerca más a mi edad que a la de Marianela y Lesly. Cenamos los cuatro juntos, y las chicas se van a "arreglarse" (como si fuera necesario tal cosa, a la vista está, digo yo). Hemos quedado para ir a la disco.
Mientras esperamos, en vez de ir a nuestros respectivos aposentos a atusarnos, Sandro me lleva a las peleas de gallos, que ha quedado allí con unos primos. Resulta que la familia de Sandro son todos agricultores, de los más potentes del selvático valle de Chanchamayo. De este contacto surgirá la excursión que he hecho hoy y que luego contaré.
De las peleas de gallos poco que decir. Era la primera vez que presenciaba algo así, pero lo más que me parece es un espectáculo bastante cruel y por demás poco entretenido, aunque bastante popular en la comarca al parecer.
Casi a las doce de la noche nos reunimos con Marianela y con Lesly, que vienen que quitan el hipo; y nosotros dos, en camiseta sudada, unos zarrias, vamos. En fin.
El Kametsa es la disco de moda, sita a mitad de camino entre La Merced y San Ramón (que vienen a ser algo así como Villarriba y Villabajo) y que recibe gente de ambas localidades. Consta de una pista central redonda rodeada por una barra metálica, una segunda planta con barandilla circular que da a la pista, un par de barras de bar y una terraza exterior a orillas del río. Como os podéis imaginar, la sensación de "Disco Boris" es irremediable. Y empiezo a empaparme de las costumbres locales en estos casos. Para empezar, todo el mundo bebe cerveza (aunque pocas, se ven botellas de varias cosas tras la barra, pero por más que me fijo no veo a nadie tomando un "cubato"). Pero aquí los que beben fundamentalmente son los hombres; ellas también, pero mucho más comedidas. Se suele beber de una "litrona" compartiendo un vaso entre los hombres. Así, cuando uno termina, le ofrece el vaso vacío y la botella al compañero, que rellena, comienza a beber y devuelve los "bártulos" cuando termina. Como os podéis imaginar, es la receta perfecta para la borrachera segura. Mientas, ellas suelen tener su propio vaso, y lo rellenan de tanto en tanto.
En la pista, la sex-ratio es casi exactamente 1:1, mitad hombres y mitad mujeres. Aquí sólo se viene con pareja, o no se viene, aunque hay algunas escasas excepciones, más masculinas, pero también esta noche dos femeninas que llaman la atención a la legua porque son dos rubias altas de aspecto nórdico (en la zona hay algunas colonias antiguas de alemanes y austriacos). Naturalmente, el buitreo habitual se ceba en ellas, las cuáles por otra parte parece que se defienden muy bien.
La música para mi gusto es algo repetitiva, canciones versionadas de temas viejitos, algo de acid (o semejante) pero poco, y algo, pero no creáis que mucho, de ritmos americanos (cumbia, salsa, etc). Salvo en los bailes que exigen lo contrario, que son con diferencia los menos, se suele bailar "sueltos" aunque, eso sí, cada uno enfrentado a su pareja (yo con Lesly). El resultado es curioso cuando se mira la pista en conjunto desde fuera. Le pregunto a Lesly que qué ocurre si un chico invita a bailar a una chica que no ha venido con él, y me dice que no pasa nada siempre y cuando se comporte. Olvido preguntarle lo que ocurre si no se comporta...
El ambiente que se respira, además de lo dicho, es el que os podéis imaginar si tenéis en cuenta que La Merced y San Ramón son ciudades rurales pequeñas, quizá como Sigüenza o menores. Mucha confraternidad, aquí todo el mundo se conoce, el típico borrachín primo de alguien y con vocación de lapa, en fin, ya digo, os imagináis.
La cuestión es que van pasando las horas, y dan las cinco. Para volver a La Merced, en la salida de la disco esperan taxis y "motos" (unos triciclos cubiertos para tres o cuatro plazas típicos de las localidades de la selva). Aquí nadie tiene carro propio y, en contrapartida, la oferta de transporte público es abundantísima a cualquier hora y en cualquier lugar (yo opino que el principal motor económico de este país es el transporte público, realizado por particulares que adquieren un vehículo y lo dedican a ello). Lo cuál es una ventaja en estos casos ya que es de imaginar que se eviten muchos accidentes.
Llegamos a La Merced, mi hotel cerrado a cal y canto, y acabo durmiendo en una especie de barracones de madera de Sandro que está preparando como "bungalows" para turistas, sobre un colchón, y por una hora, que a las seis y media hemos quedado con los primos de Sandro para ir a ver plantaciones innovadoras de cafetal. El alba está rayando a medida que nos dirigimos a dormir, y a mí sólo se me ocurre pensar en la expresión que se emite al salir de la Boris de Sigüenza tras comprobar que, imperceptiblemente, mientras se estaba dentro del local, la luz "se ha hecho"...
Por cierto, en La Merced son unos privilegiados. Tienen Kametsa y... ¡también Boris!
06 agosto, 2006
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3 comentarios:
Hola Julio,
qué gracioso lo de la peluquería. La verdad, ¡no me imaginaba eso como lo que fuerais a hacer los tres! Ja, y va y te ligas a la más guapa, o eso parece en la foto…
¿Sabes? El otro día en el taller de construcción de cajones flamencos, uno de los talleres de la Semana de la Juventud, nos explicó el profesor que realmente lo que habíamos construido era un cajón peruano y no uno flamenco, que tiene cuerdas en el interior, y que el cajón flamenco se lleva utilizando en el flamenco desde los años 70, cuando Paco de Lucía se lo trajo de allá porque quedaba muy bien al lado de su guitarra. El origen es africano, de los esclavos que fueron a parar a Sudamérica y que imitaban sus ritmos con los cajones de frutas, y posteriormente lo fueron perfeccionando e incorporando los indígenas (no sé cuáles) peruanos. Por lo visto existe cierta pugna entre brasileños, chilenos y peruanos sobre el origen del cajón pero parece que ganan los peruanos.
Por aquí todo igual, el viernes se presentaron la reina y damas, imagínate la horterada, y las fiestas están a punto de empezar. Yo me iré unos días fuera pero volveré para las dos últimas noches. Brindaremos por ti.
Bueno, chato, sigue empapándote.
Besos.
Elena.
Gracias, Elena. Sí, lo del cajón peruano lo he oído, pero no he visto ninguno físicamente. Cuando estuve en Lima vi anunciada alguna actuación.
La foto es sólo apariencia. Lo de ligar con nadie aquí es asunto delicado. Los roles están muy marcados y en estas zonas rurales en las que estoy me da la sensación de que aún más, aunque en la calle no aparenta, ya sabes, el calorcito y la gente más desenfadada que en la sierra (muchísimo más). (Aparte de gente muy guapa, puf, yo no he visto tanta belleza junta nunca). Lo de la discoteca fue toda una experiencia sociológica en ese sentido (algo parecido había visto en Puerto Rico, pero hace más de quince años...)
Bueno, pues cuidáos y disfrutad las fiestas. Brindaré por vosotros bajo algún techado de paja de algún chiringuito de estos de por aquí. Se os echa de menos.
Besos.
Por cierto, Marianela no ha salido nada favorecida en la foto. En realidad es un bellezón, con unos ojos increíbles y un pelo negro, negro, impresionante. En serio.
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