Aerocondor me llevará mañana en un corto vuelo de media hora desde el Cusco hasta Puerto Maldonado. Por tierra hubieran sido dos días. Salgo de acá a las diez y media de la mañana, buena hora que me permite apurar mi última noche cusqueña (por ahora) en el kilómetro cero.
Puerto Maldonado está en plena cuenca del Madre de Dios, uno de los afluentes importantes del Amazonas, justo en la desembocadura del Tambopata, que da nombre a una importante reserva natural. Es selva baja en estado puro. La ciudad, importante puerto comercial en las mismas puertas de Brasil y Bolivia (tal vez el tercero de la Amazonía tras Manaus e Iquitos), tiene fama por los buscadores de oro.
Me han advertido de que tenga muchísimo cuidado con uno de los peligros más graves de esta zona de la selva. Se trata de la puzanga ("pusanga"), un brebaje de hierbas ignotas cuya formulación sólo la conocen determinados chamanes y que se puede preparar en dos variantes: por tres meses o por dos años. Tres meses o dos años de enamoramiento concretamente. Se supone que el resto, en caso de que interese, queda en manos de las artes de quien quiera enamorarte. Para hacer uso de la puzanga sólo tienen que aplicarte unas gotas en tu cuello o en tu pecho mientras se te obsequia con una breve caricia o un abrazo. Naturalmente, quien me ha prevenido de este tipo de peligro (que ciertamente me preocupa, no sé si me dejaré abrazar...) pertenece al sexo femenino, como podéis creer sin mucho esfuerzo.
He quedado con Alberto, el bilbaíno que hace voluntariado ambiental, y con el director de su ONG el martes en Puerto Maldonado. Desde allí, qué mejor sitio que el propio sitio, veremos las posibilidades de colaboración que se pueden plantear. Ellos tienen una serie de hectáreas de selva asignadas por el gobierno para realizar labores de conservación del bosque y de concienciación de la población indígena. No me importaría establecer un buen lazo en ese sentido para el futuro.
Deambulando por las calles de Cusco, he visto que lo del ecovoluntariado de Alberto no es un caso aislado. Concretamente, he topado con otra ONG que trabaja en un plan muy parecido, pero en el Manu, y que tiene su oficina y todo, concretamente al lado de la tienda-museo de instrumentos musicales andinos de Kike Pinto (a quien tenía que visitar por encargo de Nacho, esta vez el Amo). Es muy pronto para sacar conclusiones, pero me da la impresión de que el gobierno se quita el muerto de gestionar un espacio tan inacesible como es la selva mediante la asignación de responsabilidades a las ONGs. Concretamente, esta ONG hace labores de reforestación y también de educación. Lo curioso es que cobran al voluntario, que así se convierte también en colaborador económico. Quinientos dólares por un mes de trabajo (naturalmente estás a pensión completa, digo a saco de dormir completo). También aceptan turistas que quieran visitar sus "posesiones" y conocer su actividad por periodos de tiempo más cortos. A mi me empieza a parecer que no hay mucha diferencia entre voluntariado y negocio, por más que la chica de la ONG me ha repetido varias veces que son una asociación sin ánimo de lucro. No sé como funcionará la ONG de Alberto en estos detalles. El martes saldré de dudas.
19 agosto, 2006
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3 comentarios:
tiene la mirada tierna y escribe de maravillas
Desconocida, es el mejor halago que me han hecho. Muchísimas gracias...
Enhorabuena Julio! Estás que te sales y es que además la desconocida lleva razón.Escribes fenomenal o mejor que fenomenal y respecto a lo de la mirada tierna, pues no había caído, pero si eelas que son muy observadoras lo dicen seguro será así.
Desonocida bienvenida al genial blog de Julio también llamado Quillamama
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